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Evas al Sur: blog de la mujer cienfueguera

Andy entre orquídeas y begonias

Andy entre orquídeas y begonias

Quizá muchos recuerden la palabra Xanadú -cuyo significado se ha convertido en una metáfora de la opulencia, incluso utilizada para evocar lugar de lujo y  misterio-, a partir de la proyección del filme protagonizado por Olivia Newton y John Travolta; la canción homónima que la actriz-cantante interpretara junto a Electric Liht Orchestra; los apelativos dados a sitios imaginarios en filmes como el Ciudadano Kane, el dibujo animado Los Padrinos Mágicos o el mote del país del cual procedía Mandrake el mago.
  Pero lo que algunos no saben es la procedencia real del nombre Xanadú, Zanadu o Shangdu. Así se nombraba la capital de verano del antiguo imperio mongol de Kublai Kan, el cual ocupaba gran parte de Asia.
  Cienfuegos posee un mágico recinto con igual patronímico, protegido por las manos de Andy González González, un hombre capaz de aconsejar al más versado en el cultivo de plantas ornamentales, aun sin poseer ninguna formación profesional sobre el tema. Palmáceas (variedades de palmas), peperomias (cultivadas en zonas tropicales y subtropicales), helechos, cactus, begonias, orquídeas… habitan allí desde hace más de 15 años.
 A 24 kilómetros de la Perla del Sur, justo en ese paraje conocido como Ciego Montero, en el municipio de Palmira, reina la opulencia, pero no de preciosas joyas y lentejuelas, sino de un verde único, natural, cautivante. “Me gustaron siempre las plantas; esta pasión ha sido, entre otras muchas cosas, la herencia de mi familia, sobre todo de mi abuela materna. Crecí en una casa donde al mirar hacia los cuatro puntos cardinales usted veía un paraíso de flores y matas de distintos matices, rojo, rosado, blanco, amarillo, verde…, todo en una armonía perfecta”, expone.
 Andy, quien se desempeña como agente de protección de la Unidad Básica Empresarial Mártires de Bolivia, refiere cómo desde hace tres lustros decidió crear su propio jardín. “El nombre lo escogí por su significado, relacionado con el paraíso y entorno agradable. Entre mis matas y yo existe una estrecha relación, puedo asegurar que única, imprescindible; constituyen un motivo más para vivir; también he conquistado una identidad dentro del pueblo. Cuando estoy al tanto de ellas y mientras paseo por el jardín, me colma la alegría y tranquilidad, es algo místico”, aduce.
 Cuenta Andy cómo alcanza a conversar con sus consentidas, descifrar los males padecidos, adivinar deseos… “Ellas son capaces de transmitirme cuándo necesitan una atención especial, con sólo mirarlas lo percibo, entonces trato de darles prioridad. Las reviso para ver si les falta humedad o algún componente orgánico, o si el sol les molesta y necesitan menos, hasta conseguir el objetivo: su recuperación total”.
  Y aconseja: “Para las plagas utilizo, en muchas ocasiones, productos específicos; pero es muy buena el agua de tabaco. O sea, se diluye la picadura en el líquido vital durante un día, y luego riegamos con ella. ¿Qué siento cuando muere alguna? ¡Vaya, una tremenda decepción!, es como si les hubiera fallado. Si les facilito todo lo necesario para su desarrollo, incluso soy capaz de contonearlas, mimarlas, y a pesar de eso fallecen, no me caben dudas, algo salió mal y me deprimo, sufro cuando no alcanzo a protegerlas como merecen”.
  “¿Preferencias? Por ninguna, creo que todas son especiales. Una variedad compensa la otra -y apunta hacia su pequeño jardín. ¡Mira, aquella da unas flores preciosas y ésta mantiene el verde todo el año, brillante, hermoso; ésta otra sólo da una flor a los doce meses, sin embargo durante todo ese período logra mantenerse frondosa, es preciso atenderla mucho para al final recibir el fruto deseado.
 “No estudié nada relacionado con la botánica, he leído mucho, ¡eso sí!, además, el compañero Omar Alomá, del jardín Macradenia, de Palmira, me ha ayudado bastante, tengo que agradecerle la mayor cantidad de plantas de este microjardín.
  “¿Cómo empecé…? ¡Con unas matas para la terraza!, luego fue una inmensa pasión”, dice, mientras enrumba sus pasos hacia una de las palmáceas, pues “tiene un puntito blanco por debajo. Aprecio la atracción ostensible de los jóvenes hacia este mundo, donde pueden observar detenidamente la naturaleza viva, en un entorno cubanísimo, lleno de tranquilidad y aire fresco”.  
  Va en pos de sus plantas; nada puede desviar sus atención, pues este hombre, sencillo y humilde, siente y palmita en el verdor de su patio. Allí ha concebido un paraíso, opulento, lujoso y lleno de misterios.

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