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Arcadio Tomás Capote Cabrera: Escultor de grandes historias

Arcadio Tomás Capote Cabrera: Escultor de grandes historias

 Monumental y duradero de complexión física, alto y fornido en el quehacer artístico: trueque de similares proporciones que convierten a Arcadio Capote Cabrera y a sus esculturas en llamativas referencias dentro del entorno cultural en Cienfuegos.
  Advertidas por transeúntes, frecuentes o casuales, las obras de este aguadense
exhiben la relevancia de su tamaño y el anonimato de su creador. En tan incomprensible distanciamiento, sólo permanece constante el dominio sobre la solidez, irrefutable prueba de fuerza con antecedentes un tanto curiosos:
  "Vencí cada una de las etapas de la vida deportiva: EIDE, ESPA y EPEF. Desde muy joven me incliné por la lucha, en la cual gané varias medallas en torneos a nivel de país, e incluso el título nacional, y participé en otros eventos internacionales celebrados en Cuba.  Finalmente, en el año 1991 me gradué de Licenciado en Cultura Física, en el Fajardo de Santa Clara", recuerda Arcadio.
  En someter a grandes moles consistía el ejercicio, que pronto cambió de rivales: "Pertenecía a un grupo de artistas aficionados de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) y así se consolidó el vínculo con el arte, sobre todo la escultura de mediano y gran formato, casi siempre en madera.
  "Decidí hacer los exámenes para ingresar a la Academia de Artes Plásticas de Trinidad, aunque en aquel momento no eran tales pruebas, sino muestras de la obra. Entré con 27 años y fui el estudiante más viejo de ese tipo de instituciones en Cuba. Concluí en el ’97 y entonces integré, junto a varios creadores, el proyecto Mutante, en el cual me mantuve durante una década", añade Capote Cabrera.
  Las esculturas del Hotel Pasacaballo, la Universidad de Cienfuegos, el Indio de Guajimico y el Toro de la Sierrita, figuran entre los ejemplos más representativos de su presencia en el grupo. La separación vino en 2006, cuando fundó Kty (Catey) con su antiguo profesor de dibujo, el trinitario Rubén Peña.
  Del trabajo reciente destacan las obras del Delfinario, el Che de la Refinería y el protagónico Martillo del Parque de las Esculturas: "Uno de mis preferidos" -confiesa. Cuentan otras en Varadero, Cayo Blanco, Caibarién..., siempre con la finalidad identificativa o decorativa, recreando historias de lugares y sus gentes. Pero, muy lejos de la geografía cubana, sus cinceles esculpieron también a los hacedores de cuentos:
  "En 2004 se cumplieron 200 años del natalicio del conocido escritor danés Hans Christian Andersen. Varios artistas de ese país quisieron homenajearlo al ambientar su ciudad natal, Odense, con los personajes de sus libros. Jeans Galschiot (uno de los escultores más prestigiosos de Dinamarca) encabezó este proyecto y nos contactó para trabajar con él.
  "La Sirenita, Pulgarcita, el Soldadito de plomo y los demás, adornaban toda Odense, pero faltaba el protagonista más importante, Andersen, y esa fue la tarea. Nuestro quehacer en estatuas de Bolívar, Martí, el Che y otras, constituían los principales méritos y las mejores referencias para responsabilizarnos con aquello.
  "Tres meses tardamos en terminar la figura de Andersen. Aún sentando, tiene tres metros de altura, todo de cobre. Más allá de la imagen, la escultura es una fuente en la que está sentado, sin zapatos, en clara invitación a acompañarlo para escucharle sus fábulas. No la hicimos como estaba concebida inicialmente, pero ya terminada, fue un gran suceso en Dinamarca".
  En el país europeo dejaron otras muestras de su arte, una forma de volver miradas hacia esta Isla caribeña, todas con el sello característico. "El tamaño cambia la connotación del mensaje y por ello prefiero los formatos mayores: con más volumen hay mejores posibilidades de relieve, de detalles. Para eso la madera y los metales son muy buenos, requieren mucha destreza, máxime en la fundición, un proceso amplio que incluye el trabajo con yeso, cera, moldes. Su principal inconveniente radica en los elevados costos", argumenta el artista cienfueguero.
  Entre los secretos de libritos, dice: "Me quedaría con la piedra si pudiera escoger despreocupadamente un elemento: pues es muy plástica, rica para la manipulación, sin hebras, y con ella se logran resultados increíbles. Pero por ahora resulta más factible el ferrocemento".
  Las manos gozan de un marcado favoritismo respecto a otras figuraciones asumidas: "A semejanza del rostro, constituyen las partes más expresivas del cuerpo: bondad, cólera, cariño. Cualquier cosa resulta fácil de transmitir mediante la gestualidad, por eso las prefiero".
  Si la objetividad pudiera imponerse en la creación artística, su obra estuviera bien definida. "Sólo intento reflejar mensajes universales, aunque cada cual es libre de interpretar lo que desea de mis trabajos. Muchos hasta han intentado encontrar contenidos subliminales, decodificar situaciones un tanto absurdas en cada objeto", explica Arcadio.
  Además del estilo, sus orígenes devienen parte imprescindible de su vida: "Quiero llevar una de mis esculturas a Aguada, pues hace muchos años que allí no inauguran ninguna de forma pública. No sería producto del azar, se llama ’El buscador de ideas’, y la tengo concebida hace rato".
  Defensor del dibujo como "la base de todo lo demás", confiesa que le "gustaría hacer ’El Grito’ en Cienfuegos, un boceto también pensado desde hace tiempo". Por ahora le ocupa su exposición en Dinamarca, en diciembre próximo, y "llevar al ferrocemento más de 20 dibujos que tengo en carpeta, aunque cada día se me ocurre uno nuevo y aumenta la lista…; de todas formas, las obras de arte no terminan cuando el escultor decide, sino cuando el espectador la ve".

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