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Evas al Sur: blog de la mujer cienfueguera

Mujer y Educación

Adonde vuelan las mariposas

Adonde vuelan las mariposas

 Desde San Antonio, un sitio intrincado de la serranía de Cienfuegos viene todos los días a caballo hasta El Jobero, otra localidad montañesa, el niño Annier Pérez, un muchachito de sólo seis años a quien le rondan en la cabeza vacas, toros, terneros y lazos.
  Pero el afán de Annier por aprender a leer y escribir es mayor, a pesar de confesarse un montero furibundo como el padre. Su espontaneidad asombra, tanto como el colorido de la escuelita donde estudia, ilustradas las tablas de sus paredes por artistas plásticos españoles que visitaron la sede allí del grupo Teatro de los Elementos.
  No soñó siquiera Ricardo Díaz Rodríguez, que un día los bandidos del Escambray, sus asesinos, lo eternizarían en el nombre de una escuela. Parece una casita de ensueños extraída de la fantasía de un cuento infantil, de la que salen dos hadas madrinas, Anaisi Martínez y Zulian Hernández, las maestras.
  "Acá atendemos un multigrado, alumnos desde el preescolar hasta el cuarto, labor en la que debemos combinar los métodos de aprendizaje de modo que le lleguen a cada estudiante sin dejar de atender las individualidades", comenta Anaisi, graduada del curso emergente para maestros primarios y que estudia, insertada a la Universalización, la rama de Pedagogía.
  Terminada la sesión de la mañana, las maestras, residentes en Cumanayagua y el Entronque de Minas, y dos de los alumnos, almuerzan en la sede del Teatro, donde le ofertan el servicio; mientras el resto de los niños va a sus casas.
  Una computadora, televisor de 24 pulgadas y una vídeorreproductora están al servicio de los niños, quienes a través de esta tecnología puesta en función de la educación se asoman al mundo del conocimiento.
  "Estos alumnos son como todos, y si le hablamos de las Cataratas del Niágara, por sólo poner un ejemplo, y se lo mostramos en un vídeo resulta mucho más instructivo, de modo que con estos medios podemos saltar barreras. Ahí radica la mayor importancia que aprecio en la tecnología educativa", abunda Zulian, una jovencita que es nacida y criada en El Entronque de Minas, en las estribaciones mismas del macizo de Guamuhaya, ahora convertida en maestra y futura licenciada en Pedagogía.
  El ajetreo de la cámara fotográfica y un alboroto inusual en la quietud de una mañana cualquiera en la escuelita de El Jobero, causado por nuestro equipo, atrajo a Bárbara Yánez Ruiz, vecina y madre de Elinanis, alumna de 4to. grado.
  "Estas maestras son de lo mejor; los padres les tenemos confianza, porque nuestros hijos avanzan y aprenden guiados por ellas. No faltan nunca".
  El problema del transporte es un asunto grave y recurrente en la zona, pero el asunto adquiere mayor relevancia con el fatalismo geográfico de estas montañas. Las maestras se trasladan “en lo que pueden” y eso engrandece el mérito.
  Al pequeño Annier le revolotean un montón de mariposas sobre su cabeza, piensa en su caballo, en todo el monte que tiene para recorrer y guiar el ganado, como aprende de su padre. Sin embargo la escuela está entre sus prioridades. Sin perder un día, el padre lo monta a la zanca y lo trae al Jobero, adonde Anaisi le enseña el ABC. (Magalys Chaviano)

 

Hay estrellas que habitan en la tierra

Hay estrellas que habitan en la tierra

  A Lucila Palacio Ortega la vida le ha otorgado un regalo bien especial. Más de un siglo ha durado su existencia en este mundo del cual, sus descendientes hacen lo indecible porque no se marche.
  "Mamá trabajó mucho mientras tuvo fuerzas. Eso fue lo que le tocó durante toda sus existencia. Para colmos enviudó cuando el más pequeño de nosotros tenía sólo un añito. Entonces prometió no casarse más y que, honradamente, sacaría adelante a su numerosa familia. Eran inmensos los bultos de ropa para lavar y planchar.   Parecía que nunca iba a acabar con aquellas tandas y para colmos, cada mañana le esperaba cualquier faena en la agricultura por difícil que fuera.
  "Recuerdo que los más grandecitos arrancábamos hierba durante jornadas completas para ayudarla y así poder sostenernos. La vida de mi madre estuvo repleta de trabajo y miseria, por eso la mimamos y la respetamos tanto aún a sus 101 años de edad".
  Así rememoran María y Juana Aguilera, sus dos primeras hijas, las vicisitudes por las que atravesó Lucila para subsistir. Mientras sacábamos la cuenta de sus seis hijos, 35 nietos, 57 bisnietos y sus ya 17 tataranietos, la humilde casita de la Comunidad de Altamira se colmó de abuelitos, niños y vecinos. En cuestión de minutos apareció de todo cuanto es necesario para celebrar un cumpleaños y más.
De pronto el amplio jardín que antecede a la casa se llenó de cadenetas, banderitas, carteles, bancos y hasta de música. Su fiesta ya era una realidad.   Aunque el peso de los años prácticamente no la deja entrelazar ideas y articular palabras, tras cada canción interpretada por los pioneros de la comunidad, Lucila aplaudía. Tras cada poema o décima entonada por sus compañeros de antaño, Lucila dejaba correr una que otra lágrima de emoción y agradecimiento.

ALTAMIRA TIENE UN ESTRELLA

  "Algo tan emocionante no ocurre aquí por casualidad, dijo uno de los invitados. Mire periodista, esa que viene por allá es la responsable de cuantas cosas buenas le sucede a los abuelitos en esta zona. Su nombre es Estrella. A ella es la que hay que sacar por el periódico. Sin su fuerza y empuje nada de esto fuera realidad".

Jorge Alberto Viera Fernández, subdirector de la Escuela Comunitaria No. 1 del municipio de Palmira, Cienfuegos, fue quien confirmó tan oportuna sugerencia.
  “Estrella MOntero es la única profesora de esta comunidad y atiende tanto la recreación como la cultura física. Su desempeño como responsable de los programas de atención a obesos, hipertensos y encamados es formidable. También es la instructora de gimnasia laboral, para niños y embarazadas; pero, como si todo esto fuera poco, con su empeño ha transformado la vida del adulto mayor en una zona donde casi el 70 por ciento de los habitantes pertenecen al llamado grupo de la tercera edad.
  "Aquí se planifican y realizan todos los fines de semana acciones deportivas para mejorar la recreación. Además de la preferencia por los juegos pasivos, en esta comunidad existe una fuerte atracción por el béisbol y el voleibol.
"Sus iniciativas son excelentes. La mayoría son producto de su esfuerzo personal y su constancia. No por gusto lleva buen tiempo evaluada con la mejor categoría que otorga la dirección del INDER”.
  La conversación con Estrella corrobora todo cuanto dicen sobre su personalidad. Los doce años en el empeño de fortalecer la salud de los pobladores con tantas opciones a favor hablan de su entrega a una labor de la cual, confiesa, no se apartará nunca. Veamos entonces por qué.
  "No puedo negar el cariño que siento por mi trabajo, pero tampoco mi preferencia por el adulto mayor. Cuando busco las razones primero pienso en que nunca tuve amor de abuelos; ese cariño tan especial que sólo ellos saben ofrecer, le hace mucha falta hasta al más insensible de los mortales. Creo también que en esta etapa los abuelitos necesitan mucho cariño y afecto. Ellos vienen cargados de problemas pero cuando están conmigo, hago de todo para ’desconectarlos’ de las preocupaciones hogareñas y pasen un rato agradable".
  Cada lunes, miércoles y viernes los 33 integrantes del Círculo de Abuelos Plácido Cárdenas acuden a una cita que les proporciona salud, alegría y bienestar espiritual. Una vez juntos Estrella les toma la presión y el pulso. Si todos están en condiciones entonces comienzan los ejercicios según las posibilidades y los padecimientos de cada cual.
  "Hay que ver como me retribuyen ese cariño al punto de no aceptar otra profesora. Son muy puntuales y si por alguna eventualidad me veo obligada a faltar se incomodan. Esas son cualidades que admiro mucho, por eso hago lo indecible para no defraudarlos.
  "Después de cada jornada visitamos a los abuelos que están enfermos, realizamos caminatas y les ofrecemos información sobre como usar correctamente los medicamentos y las plantas medicinales a través de charlas previamente coordinadas con el médico y la enfermera de la familia. Es importante decir también que todos los abuelitos están incorporados a la Cátedra del Adulto Mayor".
  Si en algo Estrella pone todas sus energías es en planificar actividades fuera de los límites de Altamira.
  "Nosotros le decimos ’Viajes
Cuba ", comentan algunos abuelitos afanados en enumerar la cantidad de lugares conocidos tras largas correrías y gestiones emprendidas por Estrella. "Mire hemos ido a Trinidad, al campamento del INDER en Rancho Luna, a Coppelia, museos, centros recreativos y hasta viajamos a Santiago de Cuba. No sabemos cómo se las arregla para tenernos contentos y siempre de un lugar a otro".
  "Muchos no salen nunca de aquí -explica Estrella. Mi mayor satisfacción en este trabajo es saberlos felices con tantos problemas y enfermedades a cuesta".
  Sin embargo, más allá de las limitaciones materiales que le impiden llevar a vías de hecho cada una de sus iniciativas, no tiene reparos en confesar su mayor frustración.
  "Me pongo muy mal cuando uno de mis viejitos enferma o fallece. Cuando la salud de alguno se quebranta sin remedios tampoco quedan solos. Los seguimos visitando y atendiendo en la medida de nuestras posibilidades. Sentir que no puedo hacer nada más por ellos me lastima, deja una huella en mi alma y de que manera.   Esta es una de las causas por las que no limito mi trabajo a simples ejercicios y hago lo indecible para distraerlos.
  "Muchos de mis resultados se los debo a mi esposo. Él me ayuda en todo y de hecho ya estamos planificando un viaje para que mis abuelitos viajen a la Habana".
  Personas como esta sencilla mujer hacen posible que en Cuba la perspectiva de vida rebase el 76 por ciento. El Programa de Atención al Adulto Mayor ha impulsado indiscutiblemente este indicador pues su objetivo número uno es lograr un estado de salud adecuado y una condición mental aún mejor. (Oslaydi Perera Mira)

 

 

 

 

 

 

  

 

Una cubana nacida en el extranjero

Una cubana nacida en el extranjero

  Aún cuando los pies todavía se le enredan al bailar casino y su acento es el propio de alguien nacido en otra geografía, Paola asegura tener razones sobradas para sentirse cubana ciento por ciento. Esa condición le viene quizás por la herencia del abuelo, quien allá desde Honduras escuchaba en su radio de onda corta todos los discursos del presidente cubano Fidel Castro.
  En ese ambiente creció y se hizo una joven de bien. Para ella la palabra crecer es sinónimo de formarse como médico.
  "Mi padre quería que estudiara Derecho, porque en mi país hace falta justicia. Después maestra, pues la educación está muy limitada allí. Pero yo quise ser médico, ellos también son imprescindibles", sentencia Paola María Cubero Amador al iniciar el diálogo.
  "Yo quiero que los pacientes vean en mí una persona en quien confiar. Nunca un medio que obstaculice su cura. Ni un modo de que otros se enriquezcan. En mi país la salud es una mercancía", cuenta con una rapidez extraordinaria, como si las ideas se le fueran a escapar.
  Respira y vuelve a retomar el hilo de la conversación. Ahora enfoca sus palabras al pasado. Su rostro parece trastocar sentimientos y aunque muchas sonrisas afloren, la nostalgia se asoma una y otra vez.
  "Cuando me otorgaron la beca en Honduras para estudiar Medicina en Cuba muchos dijeron cosas horribles. Por ejemplo, que veníamos a cortar caña y que los cubanos solo tenían para comer papas hervidas con sal. A pesar de todos los rumores, mi vocación por la profesión no me hizo dudar en viajar hasta este país.
  "Nosotros vinimos casi escondidos para acá, porque allá el gobierno no nos quería dejar venir. Incluso, una vez graduados puede que tengamos problemas al trabajar, pero el futuro lo tendremos que hacer nosotros".
  En ese entonces, Paola estudiaba inglés y su padre insistía en verla crecer. Con miedos e inquietudes, propios de una joven de solo 17 años, iniciaba una profesión que al decir de muchos requiere, además de mucha vocación y amor, una sensibilidad extrema en tanto resulta una lidia cotidiana entre la vida y la muerte.
  "Mi pasado lo veo en mi patria, junto a mi padre y familia. Desespera en mi interior por tantas cosas que no podía realizar. Más pequeña y menos independiente”.
Los ojos rasgados y las facciones de la cara delatan su ascendencia centroamericana, aún cuando incluye en sus relatos algunas que otras frases enteramente cubanas.
  "En La Habana estuve cuatro meses recibiendo la preparatoria inicial y después nos incorporamos al nuevo proyecto de las casas de familia. No entendíamos, pues nos parecía extraño que una familia acogiera a personas desconocidas en sus propios hogares. Ahí comencé a descubrir los valores de los cubanos.
  "Las diferencias siempre van a existir. Pero lo que yo he compartido en Cuba me demuestra cuánto tienen que aprender de su humanismo y solidaridad los demás países de Latinoamérica".
  Hace una pausa y comienza a evocar los recuerdos de su niñez en Honduras, donde la indigencia trastoca sus más firmes conceptos de igualdad. El tiempo parece detenerse ante su mirada fija. Momento propicio para preguntar por su presente.
  "Está en las calles de Cienfuegos, junto a Luisa y los demás de la casa donde vivo.  También en la policlínica y en el hospital, donde suelo hacer guardias con mis tutores.   En cada asignatura por vencer. Todas mis fuerzas las entrego al estudio, porque prometí ser un buen médico".
  Y al estilo de una cubana reyoya dice: "No se pueden quemar etapas en la vida". Entonces sonríe y apunta: "Sabes, me gradué de peluquera en un curso que ofreció la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) y ya pelo en la casa a José, Jesusito...".
Uno de los principales logros de la formación de médicos latinoamericanos en Cuba consiste en su vínculo directo con la realidad cubana y la práctica de sus conocimientos en las diferentes Áreas de Salud. Además del intercambio cultural que implica tal proyecto.
  "Nosotros compartimos las mismas costumbres de ustedes. También las mismas carencias, pero nos damos cuenta de la extraordinaria suerte que tienen. Aquí no hay indigencia como en Honduras, tampoco altos niveles de drogadicción ni violencia. Las mujeres, por ejemplo, tienen un espacio en la sociedad y son muy competentes.
  "Admiro del Comandante en Jefe su capacidad para dirigir a un pueblo tan culto y educado. Los cubanos saben de leyes, geografía, economía, política… están al tanto de todo. Comparten lo que tienen, no lo que les sobra. Por eso creo que no todos en el mundo pueden ser cubanos".
  Al referirse a sus estudios de Medicina un gesto de alegría complementa sus primeras palabras. "Aquí te enseñan a razonar sólo, a ser autodidacta. A los profesores les gusta que los alumnos participen en clases y que la polémica sea la que guíe el proceso de aprendizaje. Es diferente porque sus materias están muy actualizadas".
  Enfrascada en sus estudios, Paola escucha de vez en cuando a Luisa que desde la cocina le insiste en que se "le van a quemar los cables, de tanto estudiar". Pero ella siempre se las ingenia para esquivar los regaños y continuar su faena.
  "Ahora soy más responsable y autodidacta. Eso se lo debo a Cuba. La manera en que he crecido sorprende, incluso, a mis padres. Ahora me encuentran menos tímida, más madura y escandalosa. Eso es porque ustedes son personas muy alegres y me lo han trasmitido".
  Al filosofar sobre el futuro Paola María solo alcanza a puntualizar: "Seré un buen médico. Especialista en Oncología o Cuidados Intensivos, pero al estilo cubano. También veo mis maletas listas para viajar a Cuba, pues la familia de Luisa tienen que conocer a mis hijos".
  Cuando el bailar casino no sea ya una asignatura pendiente y el título un reto al mejoramiento y la superación médica constantes, Paola tendrá todavía un camino largo por recorrer. Pero siempre, a cualquier lugar donde la vida la destine llevara su boleto de presentación: "soy una cubana nacida en el extranjero".

Una trampa oportuna

Una trampa oportuna

  "A pesar de todo no puedo negar que esta profesión me cautivó desde un principio. Me gusta enseñar, ver cómo mis alumnos aprenden lo que les trasmito. Cuando estoy impartiendo mis clases me siento realizada".
  Así comienza el diálogo con Catalina González Palacios, profesora de la Secundaria Básica Urbana 5 de Septiembre, de la ciudad de Cienfuegos, sin embargo, sus aspiraciones eran otras. Atraída sin remedio por la Química, optó por estudiar esta especialidad en la extinta Unión Soviética y, tras vencer los rigores establecidos para tales efectos, le fue otorgada la anhelada carrera.
  Por aquel entonces, su hermano también tenía el mismo propósito. Un repentino problema familiar colocó a ambos en una situación embarazosa. Había que decidir quién se quedaría y quién materializaría sus sueños profesionales.
  "Fui yo quien renunció. Enseguida comuniqué mi disposición a la comisión otorgadora de las carreras. Me ofrecieron la oportunidad de estudiar Química en el Instituto Superior Pedagógico Félix Varela, de Santa Clara, y acepté. Allí estuve hasta el tercer año, porque los dos últimos los hice en nuestro Pedagógico.
  "Hoy no me arrepiento del paso que di. Cuando van transcurriendo los años y me encuentro a aquellos alumnos que una vez estuvieron frente a mí en el aula y en la actualidad son profesionales, pienso que el esfuerzo realizado no fue ni será en vano. Recuerdo, además, todos los momentos vividos con ellos, en muchos casos situaciones bien difíciles, donde siempre hubo resultados alentadores".
  Desde que comenzaron las transformaciones, Catalina se desempeña como jefa de grado y también ha tenido la oportunidad de involucrarse en el proyecto de profesores generales integrales.
  "En un primer momento, cuando se conversó con los profesores sobre la necesidad de las transformaciones en Secundaria Básica, resultó impactante la noticia. Pensé que era un sueño, pero comprendí poco a poco la necesidad del cambio. Me di cuenta, por las mismas carencias de los estudiantes, que todo este proceso contribuiría de forma positiva en el aprendizaje de los pioneros.
  "Luego palpé la dimensión del proyecto cuando comencé a dedicar mayores esfuerzos, amor y muchas más horas de mi tiempo libre a mi labor para lograr el objetivo por el cual se propusieron las transformaciones.
  "En este empeño necesité del apoyo de mis compañeros especialistas en las diferentes materias y, a la vez experimenté nuevas vivencias con el uso de la tecnología".
  Desde el punto de vista humano son significativas las posibilidades de este modelo. A decir de Catalina, la reducción de la matrícula por grupos, la posibilidad de hacer una mejor labor social y estar más tiempo al lado de sus estudiantes permite al docente conocer más a fondo sus características, sus problemas más íntimos y sus inquietudes.
  "Ahora puedo educarlos mejor, y si hago esta afirmación es porque le puedo inculcar más valores positivos, porque es ahora que verdaderamente puedo prepararlos para la vida".
  La vida tendió sobre Catalina una de sus trampas oportunas. Si bien no le permitió irse tan lejos a empaparse con la Química, la situó, para bien, a lado de quienes más la necesitan: sus alumnos.
  El final de la conversación dio pie para conversar sobre la Jornada del Educador. No vacila entonces al contestar la última de las interrogantes.
  ¿Cuál sería su mensaje para los todos los pedagogos cubanos que están hoy en contacto directo con los estudiantes?
  "Ante todo mis felicitaciones por ejercer una de las más sacrificadas y nobles profesiones. Les diría que la mejor forma de celebrar esta jornada es continuar esforzándonos, preparándonos para cumplir nuestra encomienda más sagrada: formar patriotas con una cultura general integral, futuros encargados de darle continuidad a la obra histórica de la Revolución"

Y se cumplió la promesa

  La vida casi le juega una mala pasada a Marta. Desde muy pequeña quería enseñar, tenía a flor de piel las ganas de ser maestra. Cuando terminó el sexto grado, una beca en Topes de Collantes llevaría a vías de hecho su anhelado sueño.
Todo se detuvo al morir su abuela. Las aspiraciones quedaron varadas cuando asumió responsabilidades al frente de una casa y el cuidado de sus hermanos menores. Fue su papá quien le devolvió las esperanzas cuando, enterado de su angustia, le dijo: "No te preocupes, te prometo que vas a ser maestra".
¿Cómo se materializó entonces la promesa de su padre?
"Él era obrero agrícola, pero daba clases a los adultos que se superaban por las noches. Yo le ayudaba en todo lo que podía y así me fui vinculando con ese mundo.
"Donde yo vivía había una escuelita rural que no tenía maestro. Empecé a dar clases de forma voluntaria, porque con sólo 14 años no podían abrirme un expediente laboral.
"Estuve así hasta los 17 años. Fue entonces cuando comencé oficialmente mi vida de maestra, de la cual nunca me he desvinculado, ni en los tiempos más difíciles.
"Enseguida me matriculé en el Plan de Estudios Dirigidos, algo parecido a un curso emergente muy breve, pero que me proporcionó el título de maestra. Después vino la oportunidad de hacer la licenciatura y actualmente estoy vinculada a una Maestría".
¿Porqué a Marta le gusta educar?
"Soy una martiana fervorosa y eso ha influido mucho en mí. Me he inspirado en el pensamiento del Apóstol; eso me ha retroalimentado durante todo este tiempo frente al aula.
"Martí dijo que educar es un arte, pero le adicionó lo más importante, el amor infinito. A cada clase o actividad que desarrollo con los alumnos le pongo ese ingrediente y todo fluye mejor.
"Mi papá decía que a la Revolución le hacían falta hombres inteligentes para formar las nuevas generaciones, y que si me gustaba, debía aferrarme fuertemente a ese deseo.
"Después conocí la sensibilidad exquisita de los niños, cómo una los puede moldear, formar su personalidad... Es así como se palpan los resultados. Con el transcurso del tiempo esa es la mayor recompensa".
En su opinión, ¿qué no debe dejar de hacer nunca un buen maestro?
"Lo primero es superarse constantemente, estar actualizado en lo último de la ciencia, de la técnica..., porque la sociedad se transforma, cambia continuamente. El maestro no debe quedar a la zaga, tiene que ir junto al progreso social para poder formar integralmente a los estudiantes.
"Y lo segundo, no menos importante, es ser ejemplo. No se pueden formar valores si uno no los tiene".
Si un día de estos le dicen que no puede estar más frente a un aula ¿qué pasaría con usted?
"Dejaría atrás la razón por la que he vivido todos estos años. He padecido problemas de salud, e incluso, el médico me aconsejó no volver al aula. Mi respuesta fue definitiva cuando le dije que era en el aula donde único yo me podía recuperar, y así fue".
Entonces esos niños son como su medicina.
"Más que eso, son mis hijos, la fuente que me motiva a continuar superándome. Son mis mejores metodólogos y mis más exigentes inspectores. Ellos me evalúan cuando me dan el veredicto final usando la más gratificante y sencilla de las exclamaciones: ¡Maestra que linda le quedó la clase!".
Ambas partes coinciden, si para Marta esos pequeñines de la escuela Pedro Suárez Oramas, de Cienfuegos, son sus hijos, ellos manifiestan encontrar en su maestra las cualidades de una segunda madre.
"Con ella pasamos casi todo el día, la queremos mucho, es parte de mi familia, tiene mucha paciencia con nosotros...". Éstas y muchas expresiones de cariño y admiración son el sentir de los alumnos de Marta Flavia Pérez Álvarez, quien acumula 35 años en el sector educacional. Hasta ella han llegado reconocimientos como la Distinción por la Educación Cubana y, por los resultados del curso pasado ostenta el Premio Especial que confiere el Ministro de Educación.