Centro de Reproducción Asistida de Cienfuegos: Cinco años después
En unos días sumarán cinco años de inaugurado en Cienfuegos el Centro de Reproducción Asistida, ubicado en el Hospital Provincial Gustavo Aldereguía Lima. Esta resulta la cuarta institución de su tipo en el país y no se circunscribe solo a la atención de la población del centro sur de la isla, sino a las vecinas provincias de Villa Clara, Sancti Spíritus, Ciego de Ávila y Camagüey.
Más de 4 mil parejas han resultado asistidas allí, desde su creación el 3 de diciembre de 2010, y ya esperan alumbramientos futuros de la fertilización in vitro, una de las últimas técnicas aplicadas en sus laboratorios.
La doctora Práxedes Rojas Quintana, directora del centro, en declaraciones abundó. “Las personas acuden a nosotros a través de la Atención Primaria, donde precisamente comienza el proceso, aunque no descartamos a las parejas que llegan, porque sencillamente uno de los conyugues es nacido aquí u otros casos. Contamos con un equipo de trabajo muy profesional”.
Recién se incorporan al centro dos biólogas, ahora en proceso de entrenamiento en fertilización in vitro, quienes se encargarán del laboratorio de gametos. “Acá no solo nos limitamos a la labor asistencial, sino que desarrollamos una amplia actividad científico-investigativa y docente, de modo que los resultados van mucho más allá, del objeto específico de la institución”.
El tiempo transcurrido y los logros acumulados, dicen mucho del compromiso asumido por los profesionales que allí laboran, un día de diciembre, casi cinco años atrás. (Por Magalys Chaviano Álvarez)
Cuando la cigueña no llega de París
Cerca de un 20 por ciento de las parejas cubanas en edad reproductiva vivencian dificultades con su fertilidad. Significa que alrededor de 200 mil parejas cubanas son hoy infértiles.
En comparación con el resto del mundo, donde a mediados del pasado año y según la Organización Mundial de la Salud, entre un 15 y 20 por ciento de las parejas en edad reproductiva sufren de este problema (70 millones de parejas infértiles), la cifra cubana no resalta demasiado.
Pero pudiera adquirir connotaciones diferentes si se tiene en cuenta que en esta Mayor de las Antillas, desde hace 37 años el nivel de reemplazo poblacional es inferior a una hija por mujer y la edad de sus habitantes la convierte en uno de los países más envejecidos del continente americano.
De acuerdo con cálculos conservadores, cerca de 200 mil parejas cubanas son hoy infértiles, catalogadas así luego de mantener relaciones sexuales estables y frecuentes sin lograr un embarazo en el término mínimo de un año.
Entre las causas de tal situación se inscriben los trastornos endocrinos, lo mismo para hombres que para mujeres. En el caso de los primeros, resaltan la mala calidad de los espermatozoides y afecciones testiculares; en tanto a las mujeres las aquejan daños uterinos e infecciones del aparato reproductor que pueden acarrear obstrucciones tubáricas.
El Primer Seminario Nacional de Planificación Familiar, realizado en la Isla en marzo, informaba que 27 de cada mil mujeres recurren a la interrupción voluntaria del embarazo en Cuba. En comparación con la década de los 80, cuando eran 50 por cada mil, la estadística se ha reducido, pero no deja de ser importante, considerando que dichas interrupciones pueden constituir también posterior motivo de infertilidad.
Anualmente, tienen lugar cerca de 20 mil abortos y unas 39 mil regulaciones menstruales (Juventud Rebelde, 11 de julio de 2014). Disminuir dichos índices equivale a proteger, sobre todo en la etapa de la juventud y adolescencia, la capacidad reproductiva femenina, contra la que igual conspiran inflamaciones pélvicas mal atendidas, adicciones e infecciones de transmisión sexual como la clamydia, el VIH o el virus del papiloma humano.
Más allá de un problema médico
Pero la infertilidad no es solo un asunto médico, o de orden biológico.
“La imposibilidad de concebir un(a) hijo(a) trasciende las fronteras de la medicina para convertirse en un problema social pues acarrea una serie de dificultades en el seno de la familia que está en construcción”, así asegura la socióloga Alina Álvarez Rodríguez, investigadora de la Oficina Nacional de Estadística e Información en su estudio sobre desigualdades de género e infertilidad como problema social de salud, publicado el año pasado.
Álvarez Rodríguez subraya que “la maternidad y la paternidad no son hechos de la naturaleza, sino construcciones sociales y culturales marcadas por roles y expectativas desiguales para ambos miembros de la pareja.”
Una interesante investigación realizada por esta estudiosa en el Hospital Hermanos Ameijeiras, reveló cuánto y cómo la infertilidad lastra de modo diferente a mujeres y a hombres, evidenciando el modo en que condicionamientos de género marcan inequidades y estereotipos, conductas y sentimientos asociados a la tenencia o no de descendientes.
Entre las ideas que desarrolla Álvarez en su investigación se inscribe el impacto de la infertilidad no solo en el individuo, sino en la pareja como tal, golpeada por condicionamientos culturales, psicológicos, sociales…
De acuerdo con patrones tradicionales el binomio madre-mujer resulta casi indisoluble, mientras que el imaginario social, como tendencia, asocia la infertilidad masculina a la hombría e identidad masculina.
De ahí que la investigadora se propuso indagar sobre las vivencias de la infertilidad en un grupo de parejas desde la cultura de género, familiar, y aproximarse a sus implicaciones en la relación de ambos, partiendo de la inexistencia en el país de este tipo de aproximación sociológica sobre el tema.
En consecuencia, del total de mujeres estudiadas por Álvarez, el 52,6% la identifican como una frustración, algo traumático y de gran depresión emocional, acompañada por sentimientos de impotencia, inestabilidad, inseguridad y soledad. El 16% alega que es algo difícil por los sentimientos de inferioridad y las presiones sociales que afronta. El resto la distingue en términos de sacrificio y vacío emocional, cuando él es el infértil.
De las mujeres que distinguen la infertilidad como frustración, depresión y trauma, en el 31,4% de los casos son ellas las que no pueden procrear, de ahí que perciban un mayor sentido de responsabilidad y culpabilidad, incluso aun más que cuando los dos integrantes de la pareja son infértiles. En este último caso, alega la investigadora, el respaldo sentimental y la compañía emocional juegan su papel, y la relación fluye con más facilidad que cuando se culpabiliza solo a uno de los integrantes por su incapacidad para procrear.
En las relaciones donde el hombre es quien no puede tener hijos, él percibe tal limitación con un sentimiento de inferioridad “dado que su valor se vería limitado por no poder construir la familia anhelada, y de este modo, crear un sistema de jerarquía donde él jugaría el papel principal”.
Conflicto entre sábanas
Aun cuando la infertilidad se hace más llevadera por la pareja en el caso de que los dos la padezcan, de todas formas, este estudio arroja que “produce en las parejas sentimientos de culpa, de desorganización y puede llegar incluso a la ruptura de la pareja. Debido a las expectativas y esperanzas que se frustran cada mes, la situación puede volverse tensa y distante, limitando el deseo sexual a la necesidad de alcanzar el embarazo y cumplir con los dictámenes médicos”.
Según el 63,2% de las mujeres entrevistadas, el conflicto fundamental de la pareja redunda precisamente en la calidad de las relaciones sexuales, que pierden su carácter pasional y placentero, convirtiéndose solo en un medio para alcanzar la preñez.
El cambio que acontece en la intimidad de la alcoba también se traduce en afectaciones en la comunicación y la convivencia en general; surgen sentimientos de agotamiento, estrés y rutina que debilitan la unión.
Todas las áreas de la pareja se trastocan, desde la comunicación hasta la sexualidad. En esta última incluso pueden presentarse disfunciones.
El 89,4% de las mujeres entrevistadas para este estudio afirman que la relación de pareja siempre cambia. Por su parte, el 36,8% de los hombres aseguró que no había tales diferencias, que el vínculo se mantenía igual.
Cuando solo uno de los dos es infértil, surge entonces el miedo al abandono o la infidelidad. Como resultado de este y otros dolores, entre las parejas estudiadas la investigadora detectó casos en que ella, él o ambos, estaban valorando terminar la relación. En las parejas estudiadas donde él es el infértil, en la totalidad de las mismas se ha pensado en terminar el vínculo, en particular por parte de las mujeres.
“…Los conflictos de género se evidencian con mayor fuerza en parejas donde él es infértil y se deben, en primer lugar, al valor que las mujeres atribuyen a la maternidad, estando dispuestas a la ruptura de la relación”, asegura la investigadora.
Puertas afuera
El anhelo de tener descendencia y los tratamientos a que se somete la pareja encuentran también eco en los ámbitos laboral y familiar.
La socióloga Álvarez Rodríguez asegura que el 63% de las mujeres que entrevistó presentaban problemas laborales, en particular con sus superiores, al punto que una de ellas renunció al puesto y otra se trasladó a uno de menor calificación. Ello, por la necesidad de ausentarse a menudo para consultas médicas; lo cual se conjuga en ocasiones con dificultades en la concentración y el rendimiento l aboral por hacer de la infertilidad el tema central, aun en el trabajo, cuyo contenido queda relegado por estar más pendientes a las consultas, tratamientos y llamadas.
En contraste, el 84,2” de los hombres alega no presentar problemas laborales, ni siquiera desconcentración o estrés. Sucede que en dichas situaciones “los hombres tienen a aislarse y a refugiarse en su trabajo. Es común que el hombre se vuelque en el trabajo y comience a llegar más tarde a la casa, como forma de evadir el problema”, así asegura Gloria Aguiar, citada por la autora de la investigación citada.
En cuanto a la familia de la pareja, también acontecen encontronazos de diversos matices: desde la falta de entendimiento, hasta la burla o el rechazo. De ahí que muchas parejas prefieran mantener a la familia al margen de ese problema.
Entre quienes no procedieron así, cinco mujeres, de las 19 parejas estudiadas, aseguraron tener dificultades con la familia de su compañero sintiéndose cuestionadas por no poder darle un hijo, por la diferencia de edad o porque los parientes de él simplemente consideraban que merecía algo mejor.
A diferencia de ellas, los hombres manifestaron recibir más apoyo de las familias de sus compañeras, al punto que el 68,4% declaró sentirse totalmente apoyados por las mismas.
Entre las principales fuente de conflicto de las parejas analizadas, el 57,1% de las mismas mencionó fuertes discusiones en torno al deterioro de las relaciones sexuales, el 47% aludió a choques motivados por el propio tema de la infertilidad, mientras un 42,9% mencionó conflictos debido a la inseguridad, generalmente femenina, y discusiones en torno a una posible adopción. En la mayoría de estas últimas, las mujeres estaban en desacuerdo con adoptar, a la espera de lograr un hijo propio.
En un 10,5% de las uniones, aun cuando no protagonizaran enfrentamientos, sí experimentaban grandes conflictos internos. Cuando él es el infértil, ella asume el vínculo como un sacrificio para su bienestar psicológico y social.
A pesar de las tensiones, en ninguna de las parejas analizadas se supo de conflictos que rebasaran la agresión y violencia verbal.
¿Quién dijo que todo está perdido?
Lo hasta aquí descrito son realidades que, con más o menos certeza, pueden intuirse. Lo interesante del estudio, sin aspirar a generalizaciones, es que se trata de un primer acercamiento a esa problemática desde la sociología. Con este, las intuiciones se apoyan en estadísticas y, sobre todo, queda sobre la mesa otra cara poco estudiada de la infertilidad.
Sin embargo, existe conciencia de esas tormentas que en ocasiones acompañan a las parejas imposibilitadas de tener un bebé.
Tanto es así, que en Cuba funcionan múltiples alternativas de atención a la infertilidad que incluyen desde exámenes y procedimientos por parte del equpo básico de salud en el consultorio médico, la remisión a la consulta municipal de Atención a la Pareja Infértil, en un policlínicos del territorio donde un equipo multidisciplinario compuesto por psicólogos, ginecobstetras, licenciados en laboratorio clínico, urólogos, endocrinólogos y otros expertos, determina si la causa determinante está en ella, en él o en ambos y cómo proceder.
Con frecuencia, el 60 % de los casos puede encontrar solución en esa instancia, asegura el doctor Roberto Álvarez Fumero, jefe del Programa Materno-Infantil. En caso contrario, los centros provinciales de reproducción asistida son el paso siguiente y en ellos, cerca de un 30% de las parejas termina acunando a su bebé, de acuerdo con declaraciones de ese especialista hechas a Juventud Rebelde este verano.
Las posibilidades de las técnicas de reproducción asistida de alta tecnología en centros territoriales como los hospitales Vladimir I. Lenin, en Holguín; Gustavo Aldereguía Lima, en Cienfuegos, y Ramón González Coro y Hermanos Ameijeiras, en La Habana, son el siguiente peldaño.
El año pasado fueron destinados unos cuatro millones de dólares al Programa de Atención a la Pareja Infértil beneficiándose 37 mil 124 parejas en el país. Mil 48 embarazos fueron el resultado. Además, se efectuaron las primeras pruebas de microcirugía testicular para tratar la infertilidad masculina severa y se introdujo la fertilización in vitro con transferencia embrionaria a partir de la ovodonación (donación de óvulos) familiar.
Justamente por conocer implicaciones de la infertilidad como las descritas, asociadas al mundo de la subjetividad y las emociones, se despliegan tantos esfuerzos. También por ello el ministro de Salud Pública, Roberto Morales, ha asegurado que aun cuando en esas parejas no se encuentra la mayor reserva de natalidad del país, no se renunciará a ayudarlas. Consolidar este servicio, dijo, es una tarea más humanitaria que estratégica. (Por Vladia Rubio)
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