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Evas al Sur: blog de la mujer cienfueguera

Leyendas, orichas y cuentos populares

Leyendas, orichas y cuentos populares

  El arte naif se fomentó en esta autodidacta pintora que desde la década del 80 llegó a Cienfuegos para quedarse.   
 “Ibi bayán odu mi” ¡Me duele el vientre! Y de ella salieron los ríos, los orichas y todo lo que alienta y vive en el mar. Yemayá, madre de las aguas, estaba tendida sobre éstas cuando advirtió un fuerte malestar y de ella surgió una abundancia de líquido para que se hicieran venas en la tierra y la vida se propagase.
 Inspirada en esta leyenda de la religión Yoruba, Cenia Gutiérrez Alfonso arroja el pincel sobre el lienzo para que luego, de forma espontánea, surjan los espíritus o santos.
  Nacida un 26 de septiembre de 1945, en Martí, Matanzas, Cenia se crió en una familia obrero-campesina. De niña leía todo lo que estuviese al alcance de su mano, lo cual le ayudo en la creación de diversos poemas. El día de las madres pintaba en una cartulina, postales para las maestras y desde luego, para su progenitora.  
  En otras ocasiones calentaba o quemaba los clavos y hacia como una especie de pirograbado en cualquier pedazo de madera y de esa iniciativa nacían paisajes cubanos. Así, de manera autodidacta, sin recibir ninguna formación académica, se fomentó la artista naif de esta historia.

Colonizando la sapiencia  

  Permaneció una parte de su vida en La Habana, donde estudió Historia y Ciencias Sociales en la Universidad. Allí recibió clases de las excelentes profesoras y especialistas Camila Enrique Ureña y de la doctora María Dolores Ortiz, quienes influyeron intensamente en su desarrollo cultural e intelectual.
  Después de ejercer el magisterio por un año en Ciudad Libertad, Cenia llega a Santa Clara y pasa a formar parte de la dirección de la Casa de Cultura de Remedios. Ello le ayudó a conocer a fondo otras ramas del arte y en los tiempos libres trabajaba mucho la plástica para pintarles a sus hijos o vecinos.  
  Al arribo de la década de los ochenta, Cenia se instala, y esta vez para siempre, en la ciudad de Cienfuegos. Es entonces cuando comienza a dibujar con más profesión pero aún vinculada a la dirección de cultura en la provincia.
  En algunas ocasiones la pintora y José García Montebravo, otro artista naif perlasureño, iban juntos a esas reuniones que al pasar de las horas se tornan tediosas y Cenia aprovechaba para pintar en las hojas de su agenda. Hasta que un día Montebravo le comentó ¡Oye, eso que estas haciendo es muy bueno! ¡Tienes que exponerlo! Y de esta forma hizo su primera exposición personal de pequeño formato.

El temple de una cubana
 
  Desde que conversé por vía telefónica con esta mujer para que me concediera una entrevista pude apreciar su naturaleza. Definida por ella misma como una persona de carácter fuerte, no le gusta que le dicten el trabajo, porque cuando ella ordenaba realizar una tarea en el Centro de Artes Visuales perfilaba como la primera en incorporarse a la acción.     
  Previamente a su retiro de la entidad antes mencionada, Cenia luchó arduamente por la reconstrucción del sitio. Prefería utilizar poco el carro que le destinaron para que a otra compañera, que vivía en Paraíso le sirviese de traslado.  Amante de los perros y por supuesto cuidadora de ellos "Si fuera por mí tuviese en este apartamento uno de cada raza, pero sólo me puedo conformar con mis salchichas, Jade y Diago".
  Es la madre de dos jóvenes, Sandra y Boris, a quienes cataloga como críticos de su arte. Agradable en el trato para con las personas, mujer de pequeña estatura y cabello agitado por sus ademanes. Se consigue observar a simple vista que cada gesticulación incontrolada ha marcado hace tiempo, en el rostro, los repliegues. Pero lo importante es la huella mágica que deja su arte y ese, nadie puede quitárselo.

El artista y su obra

  Sin conocer ninguna técnica, Cenia se encaminó en el mundo de la pintura y siempre lo hizo y lo hace por propia inspiración. No trabaja por encargo, ni le agrada que le digan como hacerlo.
  ¿Cuál es su mayor iluminación a la hora de crear? Yo me siento en la sala de mi casa y me entretengo mirando el suelo de granito y de ahí se me forman figuras en la mente y las llevo, después, al lienzo. Pero más que eso me gusta recrear lo cotidiano y las leyendas de los orichas en mis pinturas.
  ¿Por qué? Pues consiste en un mundo mágico, prohibido, una mezcla de hechos reales y de ficción y ya que nunca nadie los ha visto yo me atrevo a reflejarlos como los imagino.
  ¿Es creyente? No creo en nada pero si algún día lo hiciera, elegiría las religiones africanas porque son más sinceras y especialmente la Yoruba.
  ¿Cuál es la técnica que utiliza? La plumilla es mi preferida pero para ella se requiere de una gran precisión y estabilidad aunque no por difícil deja de ser bella. Me siento cómoda utilizándola, además yo pinto por recrearme y no para ganar dinero, poco me interesa la competencia.
  Mis dibujos son los hijos que no quiero que nazcan anormales. Mi arte rechaza las ambiciones revolucionarias, más bien busca una representación sencilla y, en ocasiones, idealizada del mundo de los seres espirituales.
  El arte naif se caracteriza por el empleo de diversos colores ¿usted también lo hace? Desde luego pero opto por lo monocromático, el contraste del negro y el blanco. Me encantan los espacios negros.  
  ¿Es amante de la noche? Yo me siento a pintar en ese horario, pues a esa hora existe una tranquilidad en mi casa que me deja concentrarme en mi arte. El  misterio y la complicidad de la noche me atraen pero lo que no me gusta es caminar sola en la oscuridad.
  ¿Dejaría la pintura para dedicarse a otra tarea? Definitivamente no. A veces me paso meses sin pintar porque mi estado de ánimo no me permite procrear. Solo dejaría la plástica cuando sienta que mis manos tiemblan o me ataque una enfermedad incapacitante que afecte mi coordinación muscular.
  De forma amena y entretenida surge la conversación con esta artista naif que sólo se esfuerza en plasmar los sentimientos que desea transmitir.  
  Entre una atmósfera de ecuanimidad y de sosiego, sentadas en la sala de su casa, Cenia cuenta la historia de su vida que se me hace  difícil de sintetizar en unas cuantas cuartillas ya que sus anécdotas están cargadas de disímiles emociones.
  En un intento de explicar las causas de los sueños, los trances y la muerte, la diferencia entre un cuerpo viviente y uno muerto, Cenia representa imágenes reales, ficticias o simplemente, abstractas.
  Añorando la naturaleza perdida concebida como lo sublime desde una visión nostálgica del pasado y buscando sus orígenes mitológicos, exóticos, legendarios y a veces surrealistas esta artista encuentra su arte.  

 

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