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Evas al Sur: blog de la mujer cienfueguera

Musas para multiplicar vergeles

Musas para multiplicar vergeles

Para Miriam Fonseca la depresión fue moción para el ingenio. Una enfermedad limitó su vida laboral, su única hija se independizó, y por último el ciclón Dennis devastó el cariz bucólico de su casa, en el barrio La Esperanza, aledaño a la carretera de Caunao, justo donde la ciudad entronca con el enclave rural.
 Cuando el desaliento amenazaba constreñir su vida, su esposo Arnaldo Correa ayudó a erigir el sortilegio: sembrar plantas. Hoy el patio de esta pareja, sito en la calle 131, a esquina 68, lo atienden especialistas del Jardín Botánico de Cienfuegos, pues el hechizo de su belleza es matizado por disímiles especies de importancia ornamental y botánica.
Sobresalen 70 tipos de helechos, 45 de begonias, 33 de orquídeas, 10 de palmas, cuatro de bambúes y múltiples variedades de malangas, todo un patrimonio de esfuerzo y entrega:
 "Creo que se me logran por el amor que les profeso. Estas plantas son mi compañía, alegran mi vida y la de mis vecinos; les dedico hora y media de riego por la mañana e igual tiempo por la tarde; disfruto el placer que proporcionan a mi vida y a todos los visitantes.
 "Ahora fomento un círculo de interés con los niños ciegos y débiles visuales de la Escuela Especial Bartolomé Rivas Cedeño, situada aquí cerca; ellos conocen el caudal natural, aprenden a cultivar, dominan las bondades de la Medicina Verde y el valor estético de la flora cubana".
 La especialista del "Botánico", Ileana García, desarrolla un círculo de interés con estos niños desde hace varios cursos. Las maestras e instructoras del centro apoyan la actividad. Acompañan a los pequeños, Ileana Cabrera y Kiriana Caballero, y la profesora Diana Castillo, de Estimulación Visual, quien se refirió al valor de esta tarea:
 "Los niños reconocen táctilmente las variedades de plantas, y eso contribuye a desarrollar sus sentidos e impulsa su validismo".
Para Miriam Fonseca, avivar la iniciativa de crear esta floresta le costó un año y cuatro meses de búsqueda incesante. Con la ayuda de su hija y tres sobrinas que ella llama "Las Marianitas", van a los viveros, al Escambray, y han pedido ayuda a Omar Alomá, propietario del jardín homólogo palmireño Macradenia.
 "El sustrato es definitorio; con mis ayudantes traigo carretillas de estiércol de granjas cercanas y ese abono natural les confiere salud y belleza a las plantas. Mi vecino Luis Leyva me fabrica los envases y también me apoyan en el Jardín Botánico los técnicos Julio y Aracelis, en cuanto al combate de plagas.
 "Con esa colaboración ya hice aquí una pecera y pienso hacer un pozo, para si vuelve un ciclón, tener garantizada el agua de estas plantas sembradas todas en tierra, para protegerlas dentro de la casa y no ver más devastación en mi patio".
 Así nació este acogedor paraje, que aún no tiene nombre, pero se ha pensado ponerle La Jagua, cuando se cultive allí un ejemplar de esa especie epónima de la región.
 Es este vergel una muestra de la espontaneidad en la protección de la diversidad biológica, vital en las estrategias ambientales, esencial en la fertilidad de los suelos y descontaminación del aire.
 Más que ensoñación, el lugar es un monumento a la necesaria armonía del hombre con su medio, la educación ambiental y la participación ciudadana que estos objetivos demandan.  

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