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Evas al Sur: blog de la mujer cienfueguera

Cinco Héroes

“Los Cinco no tienen precio y nunca negociarán sus principios”.

Entrevista a Adriana Pérez, esposa de Gerardo Hernández, uno de los Cinco cubanos presos en EEUU

Alejandro MASSIA, Tiempo de Cuba

Representa la dignidad en persona, la entereza insobornable. Su fortaleza sólo se resiente para dejar escapar alguna lágrima cuando la entrevista se torna dura y los recuerdos le llevan a bajar la guardia momentáneamente. Eso sí, lo hace de forma natural, dejando entrever su lado más humano y la tensión psicológica a la que está sometida. Aun así, no muestra síntomas de debilidad. Enseguida se recupera y retoma la conversación con voz suave, persuasiva y a la vez firme. Es tanto lo que hay que denunciar al mundo, son tantas las personas a las que sumar a su justa causa… que no hay tiempo para la tregua ni para la desesperanza. Tiene una batalla que ganar. Y a pesar de la adversidad a la se que enfrenta, desempeña su tarea con un ánimo inquebrantable, convencida de que más pronto que tarde los Cinco volverán y la lucha de estos días habrá merecido la pena.

En septiembre van a cumplirse nueve años desde que su marido y otros cuatro cubanos fueran detenidos en EEUU y, tras un proceso judicial de dudosa credibilidad, condenados a largas penas de prisión. Se les acusaba de espionaje. Pero ¿a qué se dedicaban estos hombres realmente en territorio norteamericano?

A vigilar las acciones de las organizaciones de Miami que orquestan atentados terroristas en la isla de Cuba. Su único interés era el de infiltrarse en estos grupos para descubrir sus planes y evitar los ataques que pudieran llevarse a cabo contra nuestro país, donde son muchos los muertos y las víctimas que ya llevamos provocadas por estas agresiones. Ésa era sencillamente la labor que desempeñaban en EEUU.

¿Cuáles fueron las principales irregularidades que se cometieron durante el proceso judicial y qué importancia tiene el hecho de que se desarrollase en Miami?

Miami era el lugar menos apropiado para celebrar un juicio de estas características porque allí es donde se ha protegido y donde han ido a parar las personas que salieron de Cuba cuando triunfó la Revolución. La mafia batistiana se llevó todo el dinero y, desde entonces, viene organizando y financiando diferentes grupos para atentar contra la estabilidad de nuestro país. Resultaba, por tanto, imposible encontrar un jurado imparcial que pudiera testificar y encontrara inocentes a los acusados. Pero es que además no hubo pruebas para demostrar los cargos que se les imputaban y fueron violadas numerosas garantías constitucionales. Se les impidió tener contacto directo con los abogados durante los primeros 17 meses porque permanecieron ilegalmente en celdas de aislamiento solitario, lo que dificultó enormemente la preparación de sus defensas. Por otro lado, a los letrados no se les permitió contar con todas las evidencias. De hecho, a día de hoy sólo un 20 por ciento de las pruebas han sido desveladas; el resto se mantienen clasificadas como altamente secretas. Las altas condenas que recibieron en 2001 ponen de manifiesto, finalmente, el carácter político de este juicio, cuyo principal objetivo era la condena a Cuba a través de estos cinco hombres.

En el caso de su esposo, Gerardo, la pena es la más alta de todas las impuestas (dos cadenas perpetuas y quince años de prisión), al relacionársele con un incidente ocurrido en 1996 que culminaría con el derribo de dos avionetas estadounidenses en espacio aéreo cubano. ¿En qué se basa esa imputación?

Cuba había denunciado en reiteradas ocasiones aquellos vuelos de Hermanos al Rescate, una de las organizaciones que anteriormente mencioné. Sus miembros sobrevolaban el espacio aéreo cubano y dejaban caer octavillas destinadas a incitar el levantamiento del pueblo contra la Revolución, violando así las normas internacionales y poniendo en riesgo la seguridad del resto de aviones civiles y comerciales. Pienso que fuimos bastante tolerantes. Hasta 26 informaciones se le pasaron al Gobierno de EEUU donde nos quejábamos de estas intervenciones y advertíamos de que íbamos a tomar medidas, pero no hicieron nada por detenerlas. Hermanos al Rescate, por su parte, anunció públicamente en la televisión que penetraría en las costas cubanas una vez más. Lo hicieron y dos de las avionetas fueron derribadas. Se trató de un acto de soberanía nacional, de defensa del territorio, ordenado por las autoridades cubanas y del que no se puede acusar a una persona. En cualquier caso, Gerardo no tuvo vínculo alguno con la decisión pues, de hecho, no estaba en Cuba cuando sucedió. Sin embargo, se le atribuyó porque era la forma de politizar el asunto y de complacer a la comunidad de Miami.

La violación de los derechos humanos no se ciñe a los cubanos encarcelados, se extiende también a sus familiares, que han sufrido y sufren las arbitrariedades del imperio. Usted, sin ir más lejos, todavía no ha podido ver a su marido en todo este tiempo. ¿Qué argumentos esgrime EEUU para actuar de esta forma?

Efectivamente, hace nueve años que yo no puedo ver a mi esposo. Y lo mismo le pasa a Olga, la mujer de René. En siete ocasiones nos han negado la visa que hemos solicitado para visitarlos. Unas veces argumentaban que representábamos un peligro para la seguridad de EEUU, otras que podíamos reunirnos con personas no adecuadas u organizaciones terroristas y hasta nos han acusado de pretender quedarnos como inmigrantes en el país o de ser agentes del Gobierno cubano. Como verá, se trata de razones completamente ridículas. El único ánimo que nos mueve a pedir visa y viajar allí responde al interés de ver a nuestros esposos en prisión, un derecho que hasta ahora nos han pisoteado cruelmente.

En agosto de 2006 la Corte de Apelaciones de Atlanta invalidó el veredicto emitido un año antes por tres jueces del mismo tribunal que habían ordenado revocar las condenas de Miami y repetir el juicio. Tras este varapalo, ¿en qué punto se encuentra actualmente el proceso de los Cinco? ¿qué opciones quedan por explorar desde el punto de vista legal?

Nos queda terminar esta fase apelativa ante el o­nceno Circuito de Atlanta. Estamos esperando a que los jueces revisen el proceso, teniendo en cuenta todos los aspectos que no fueron valorados en la primera decisión de 2005. Después, tanto la fiscalía como la defensa cuentan con la posibilidad de volver a apelar. Llegar a la Corte Suprema es otra instancia a la que podríamos recurrir, aunque después de pasar muchos años y, además, tampoco disponemos de garantías de que se acepten todos los cargos. Esto nos coloca en una situación de gran incertidumbre. Desde luego, el Gobierno de EEUU va a hacer todo lo posible por dilatar y abortar cualquier vía de solución legal.

¿Cómo está tan segura de que nos encontramos ante un juicio político?

En cualquier otra parte del mundo la solución hubiera sido distinta: al ser detectada la red, se expulsaría a sus miembros y fin del problema. Lo mismo ha ocurrido en EEUU con detenidos que no eran cubanos. Ha habido incluso quien vendió información y jamás recibió condenas, ni por asomo, cercanas a las de nuestros esposos, a los que nunca se les encontró un documento que atentara contra la seguridad norteamericana. Ni siquiera se conformó un cargo de espionaje contra ellos; sólo pudo probarse el de conspiración, un término donde la fiscalía enmarcó la posible intención de cometer delito contra EEUU, cosa que estaba muy lejos del trabajo de estos hombres.

Hay quien piensa que estáis siendo utilizados por el Gobierno cubano en el enfrentamiento histórico que mantiene con EEUU. ¿Qué dice al respecto?

Eso es una forma de condenar la dignidad y la voluntad del pueblo de Cuba de haber elegido su propio camino. Es también una forma de tratar de quebrantar la moral de los Cinco y de sus familias. Pero muchos siguen sin enterarse de que estos hombres no tienen precio y nunca negociarán sus principios. Ellos hacían ese trabajo sin cobrar un centavo a cambio, sólo por pura devoción y compromiso con su pueblo.

Su presencia en Andalucía se inscribe dentro de un viaje más amplio a Europa para solicitar al Consejo de Derechos Humanos de la o­nU, radicado en Ginebra, que reafirme la solicitud a EEUU de liberación de los Cinco que ya hiciera en 2005. ¿Con qué sensación regresa a Cuba?

Tanto Olga como yo hemos presentado en cinco ocasiones nuestras denuncias ante la Comisión de Derechos Humanos para que el caso sea valorado por diferentes relatorías. En este tiempo hemos percibido que ha ido creciendo nuestra credibilidad y cada vez hay más personas conscientes de la injusticia que se está cometiendo contra los Cinco y sus familiares. Si bien es verdad que el Consejo no tiene una jurisdicción directa sobre cada país, sí que ejerce una influencia internacional en la opinión pública. Para nosotros esto es muy importante, sabedores de la necesidad de llegar al pueblo norteamericano para que se informe y pueda levantar su voz en reclamo de justicia. Poco a poco vamos ganando compañeros en esta lucha. Otros, que no son tan amigos de Cuba, han comprendido que tenemos la razón y han tratado de ayudarnos también.

De todos modos, el silencio informativo en torno a este caso todavía perdura…

Sí, claro. Las grandes empresas de comunicación, que son las encargadas de divulgar las noticias a las poblaciones del mundo, han mantenido este caso oculto en el silencio durante todos estos años. No nos ha quedado más remedio, por tanto, que informar de persona a persona e ir buscando los medios alternativos para llevar nuestra demanda a muchos más rincones. Pero también estamos seguros de que llegará el día en que tendrán que divulgar la verdad y, más temprano que tarde, se conozca el caso de los Cinco por todas partes. Por eso, apelamos al sentido de la justicia y a la profesionalidad de todo aquel que tenga al alcance la posibilidad de difundir esta causa.

Cada vez surgen más comités de apoyo a los Cinco por todo el mundo y en Cuba el respaldo es mayoritario. ¿Reconforta la solidaridad recibida en este trance tan difícil?

Sí, reconforta muchísimo, sobre todo, porque estos hombres conocen desde la cárcel todo lo que está sucediendo en el mundo para sacarlos de allí. Reconforta mucho cuando vemos cómo las personas hacen todo lo posible por dar a conocer este tema en sus respectivos países, o cuando se celebra una marcha a favor de los Cinco o cuando llegan montones de cartas a las prisiones donde están. Se hacen muchos esfuerzos que realmente dan bastante aliento y nos hacen sentirnos muy acompañados.

La injusticia que sufren los Cinco les ha convertido en héroes a ojos de su pueblo. Pero sus familiares no se han quedado atrás y han dado un ejemplo de lucha abnegada. ¿Puede llegar a abrumar en algún momento tanta responsabilidad?

No llega a abrumar, aunque sí es verdad que es una responsabilidad muy grande. Ten en cuenta que en nuestras manos y en nuestra voz está la oportunidad de transmitir lo que a ellos se les ha negado denunciar. No cabe duda de que les ha tocado la peor parte. Somos los parientes quienes tenemos el compromiso de ayudarlos, pero no sólo por ser su familia, sino por respaldar una causa justa, llena de amor y que incumbe al mundo entero. No hay que olvidar que estos hombres con tanto valor dejaron atrás muchas cosas por lograr un bienestar mayor, el de liberar a la humanidad de acciones terroristas.

¿De dónde saca las fuerzas para seguir adelante?

Primero lo sacamos de ellos, que representan lo mejor del pueblo cubano. Y después de la esperanza de volver a vivir juntos lo más pronto que podamos. El futuro sólo pasa por su regreso y porque sean nuestros matrimonios los mejores del mundo sin que esto nos marque mucho más de lo que ya nos ha marcado a cada uno.

Que así sea. Hasta la victoria siempre.

 

Los días grises de una niña

IVETTE GONZÁLEZ SALANUEVA


Ivette González Salanueva con su mamá OlgaAunque reside en un país que garantiza el bienestar y la integridad de la población infantil, una niña en Cuba no es del todo feliz. Se trata de Ivette González Salanueva, la hija menor de René González Sehwerert, uno de los cinco cubanos que permanecen injustamente encarcelados en los Estados Unidos. El advenimiento de esta nueva miembro el 24 de abril de 1998- ya tenían a Irmita, de catorce años- vino a engrandecer la felicidad de los González Salanueva. Sin embargo, cinco meses más tarde, la vida de Ivette y su familia cambiaría drásticamente.
La tragedia se adueñó de sus días desde el 12 de septiembre de aquel año, fecha en la que el FBI procedió al arresto de su padre, acusado de conspirar y operar como agente no registrado del gobierno de Cuba en aquella nación.
A partir de entonces, una dolorosa separación ha signado la relación de Ivette con su padre. Desde los primeros momentos posteriores al cruel encarcelamiento, ante Olga se han levantado las más disímiles barreras para impedir el acercamiento de su esposo con la benjamina.
Cuando se encontraba en confinamiento en solitario, Olga solicitó que a René le permitieran ver a sus hijas al menos brevemente, pero la administración del centro de detención negó la petición, alegando razones de seguridad penal. Conocedora de que en ocasiones René se encontraba cerca de una ventana, la esposa comenzó a pasearse por al acera del frente con la niña, de manera que él pudiera verla. Al encontrarse en un duodécimo piso, René sólo alcanzaba a divisar un mechón de pelo negro en los brazos de la madre.
Al empeorar su situación financiera, Olga se vio precisada a dejar a Ivette al cuidado de su bisabuela, para poder trabajar en donde le fuera posible conseguir empleo.
Ocho meses después del arresto, recibe la buena noticia de que podría ir a ver a René con las niñas. El encuentro no fue lo que esperaban. La visita duró varios minutos y no pudieron abrazarlo. Tal impacto causaría en Ivette la imagen de su padre encadenado a una silla, que comenzó a pronunciar "guau, guau", imitando el ladrido de un perro. No volvería a encontrarse con él por otras veinte semanas, hasta octubre del 2000.
Tras 17 largos meses de confinamiento en solitario, René se integra a la población penal común y se remueven las restricciones de visitas familiares. Ahora podría ver a su familia semanalmente. Olga e Irmita lo visitaban con regularidad, pero a la pequeña, al encontrarse en Saratosa al cuidado de la bisabuela, sólo la pudieron llevar alrededor de tres veces.
En agosto del año 2000, Olga Salanueva fue arrestada. Se le imputaba el haber violado la ley migratoria y lejos de ser remitida a un centro de internamiento, permaneció durante noventa días en una cárcel para reclusos de mala conducta.
A Olga no le permitieron visitas de contacto con sus hijas, sólo verlas una vez a través de un cristal. Por tanto, prefirió que no le llevaran a la pequeña Ivette. El 22 de noviembre del 2000, Ivette viaja a La Habana en compañía de su abuela paterna, Irma Sehwerert. Al día siguiente, Olga es deportada. Desde entonces, vive en Cuba con sus dos hijas.

LA ALEGRÍA DEL REENCUENTRO

Tras ocho años separados, René González y su hija Ivette pudieron, al fin, reunirse en la cárcel estadounidense de Marianna, Florida, el 30 de diciembre del 2006.
La niña acudió a verlo acompañada de su hermana Irma ante la criminal y ensañada decisión del gobierno estadounidense de impedir la presencia de Olga, su madre y esposa de René, derecho que le asiste a cualquier preso en el mundo. Fue la primera vez que no medió una línea telefónica o una misiva en el encuentro, desde que fueron abrupta e injustamente separados cuando la pequeña tenía apenas cuatro meses de nacida y descansaba con placidez sobre el pecho del padre.
Durante años, la familia González Salanueva ha luchado por tener la oportunidad de reunirse completa, mas no lo ha logrado. Los psicólogos aconsejaban que en el reunión de Ivette con René estuviera presente la madre, pero llegó el momento en que ya era necesario el reencuentro del papá con la pequeña.
Él le había pedido a su hija Irma que como el gobierno estadounidense impedía a su mamá visitarlo, fuera ella entonces quien llevara a la nena. "En cuanto mi papá salió, ella lo reconoció", expresó a la prensa la hermana mayor. "Le noté las lágrimas, y me sentí contenta porque lo vi más feliz", añadió. Ivette, por su parte, contó que lo besó y hablaron, pero ella hubiera querido tener allí también a su mamá.
Entretanto, a Olga Salanueva la borraron, incluso, de la lista de visitantes. Le niegan el derecho a entrar a Estados Unidos, cuando sólo desea ver a su esposo. "Ivette va a cumplir nueve años y no tenemos ni una foto familiar. ¿Hasta cuándo tendremos que esperar por una foto de un abrazo los cuatro juntos?", declaró hace poco a los medios.
La historia de Ivette y su familia ha estado permeada por la injusticia y la ignominia. Durante ocho años le negaron el derecho de visitar a su padre en compañía de su progenitora, tal como pretendía ésta a favor del bienestar para la pequeña. Sólo el pasado diciembre tuvo la oportunidad de estar con él, de darle el abrazo tantas veces esperado y aplazado una y otra vez.
Desde bebita, Ivette ha tenido que sortear las más disímiles dificultades por el sólo hecho de ser la hija de un hombre que velaba desde el seno de los Estados Unidos por la seguridad de los cubanos y de la propia población estadounidense. Cuántos planes vándalicos habrá podido frustrar René con sus acciones dentro de los grupos terroristas que operan desde ese país, para que niños como Ivette tuvieran cada día un despertar tranquilo. El precio que ha debido pagar esta familia, como las de los otro cuatro cubanos que guardan injusta prisión en la nación norteña, ha sido demasiado alto y habla del odio y de la manipulación política del caso de estos luchadores antiterroristas.
En todo este tiempo Ivette ha acompañado a su madre en la lucha por la liberación de su padre. Ha estado en diversos escenarios internacionales para hacer público su caso y denunciar la injusticia que contra ella se comete.
Aunque René ha estado afectivamente cerca de ella a lo largo de estos años, ha mantenido el amor hacia la familia, ha estado pendiente de su educación por medio de las llamadas telefónicas y las tiernas cartas que intercambian, éste no ha podido contactar con su "bebita del alma" como desearía y establecen los más elementales derechos humanos.
Ivette es una niña singular, que ha conocido los horrores de la injusticia y la animadversión. ¿Qué ha hecho para merecerlo?, se preguntará. A la altura de sus casi nueve años no tendrá, quizás, respuesta para eso. Sólo sabe, de seguro, que su padre es un simple luchador antiterrorista, un amante de la paz y de la seguridad de los pueblos. Y eso lo saben también miles en el mundo cuyas voces se alzan solidarias en enérgico clamor para que venza la verdad y los días de Ivette abandonen el gris para vestir de alegría

Reas de la espera

¿Para qué sirve la utopía?
Yo también me lo pregunto siempre.
Porque ella está en el horizonte.
Y si yo camino dos pasos, ella se aleja dos pasos.
Y si yo me acerco diez pasos, ella se coloca más allá.
¿Para qué sirve la utopía?
Para eso sirve, para caminar.
Mario Benedetti.


La historia de la mujer no es sólo la de su talento y creación que cautiva y conquista. Mucho se ha escrito sobre el placer de su presencia, su dulce compañía, su mano tierna y firme.
Al infinito legado de virtud y grandeza de la mujer cubana se une hoy el altruismo de madres y esposas de cinco hijos de la patria, símbolos del combate por la verdad y la herencia de decoro que intenta en vano el imperio subyugar.
Con honor y abnegación sufren estas mujeres hace más de ocho año el dolor de la ausencia y el único consuelo es la comunicación denodada, esa que siempre anima y está presente en sueños, recuerdos y realidades.
En los momentos más difíciles, en la soledad más extrema brotan versos o misivas, mensajes cincelados con el cerebro y el corazón, que dan cuenta de la pureza de quien se sabe libre hasta en el más cruento de los encierros: "…Cuando extrañábamos hasta la voz de un ser humano (y teníamos hasta el temor de perder la facilidad de comunicación, añorábamos incluso oír alguna palabra, en cualquier idioma, de otra persona) siempre, siempre te tuve y, sin falta, eternamente siempre a mi lado, también estaba mi madre. Estaban todas, mis hijas, mis seres queridos, y en lugar cimero esa dama suprema a la que todos nos debemos: mi Patria".
Así escribió Ramón Labañino a su esposa Elizabeth Palmeiro. Epistolarios de Cinco Héroes y sus mujeres amadas traslucen historias de amor que hacen estallar muros de silencio. Diarios de esperanzas y anhelos traspasan los barrotes para inmortalizar insignes amores.
"El amor es como el viento al fuego, aviva a los fuertes y apaga a los débiles" escribió Adriana Pérez a su esposo Gerardo Hernández en su aniversario de bodas, con letras que reflejan la realidad de una joven pareja que no por la distancia ha dejado de amarse con la madurez de los más viejos.
Así, tanto en desbordamientos líricos, como en las heroicas realidades las mujeres de estos valientes han probado también su grandeza.
Olga Salanueva sufrió por su esposo la injusta y más cruel inmolación. Dos años después de la detención de René González, su familia fue utilizada para chantajearlo y ante su negativa contundente, fue detenida tres meses en una cárcel federal, acusada de cargos nunca probados y resultó deportada sin tener en cuenta que en ese país se quedaba su hija, nacida en EE.UU.
Rosa Aurora Freijares, esposa de Fernando González, en sus cortas visitas al cautiverio ha tolerado la impotencia del abrazo negado.
La firmeza y el patriotismo de las madres de Gerardo, Ramón, Fernando, René y Antonio Guerrero se ponen de manifiesto cuando con orgullo narran, cómo ellos han cumplido con ejemplar dedicación, dignidad y heroísmo la sagrada misión de defender a la Patria contra el terrorismo, a pesar de los altos riesgos para sus vidas.
Marianas de otras guerras son estas mujeres, también reas de la ignominia y de una espera que sólo avizora el fin del odio y el triunfo de la utopía en aras de la redención humana.